Lo que hoy día conocemos como teléfono. Sin embargo, este pobre hombre no tuvo suerte en su vida, y tampoco demasiado dinero. No consiguió atraer inversores para su invento, su mujer quedó paralítica, en un viaje en barco de vapor éste explotó y Meucci quedó malherido… sin suficiente dinero para registrar una patente de su invento, tuvo que conformarse con una prepatente, que tenía que renovar (y pagar) cada año, hasta que en 1874 ni siquiera tenía los 10 dólares que costaba.
A partir de ahí Fernando nos cuenta cómo entre la oficina de patentes, la compañía de Bell, y la Western Telegraph a la que Meucci dio la documentación de su invento, consiguieron librarse de éste. En un juicio posterior, se le reconoció como inventor del teléfono, pero no puedo recibir ni un céntimo al haber tenido que dejar de pagar la prepatente en 1874. Hasta nada menos que Thomas Alva Edison se puso de su parte, pero la poderosa compañía Bell (ahora AT&T) consiguió retrasar los juicios hasta que Meucci murió en 1896.
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